miércoles, 30 de marzo de 2011

TENEMOS QUE DESENSEÑAR A DESAPRENDER CÓMO SE DESHACEN LAS COSAS

SOBRE LA ESCUELA


Siempre quiso decir algo. Pero nadie lo comprendió.
Siempre quiso explicar algo. Pero a nadie le importó.
Entonces, dibujó.
Algunas veces solo dibujaba, pero sus dibujos no representaban nada.
Quería grabarlo en la piedra o escribirlo en el cielo.
Se tumbaba en la hierba y miraba el cielo.
Y era solo él, y el cielo y las cosas de su interior que necesitaba expresar.
Y fue después de esto cuando dibujó el cuadro.
Era un bonito cuadro.
Lo guardó debajo de la almohada y no dejaba que nadie lo viera.
Lo miraba, cada noche, y pensaba en él.
Y cuando oscurecía y tenía los ojos cerrados, todavía podía verlo.
Y era todo suyo. Y lo amaba.
Cuando comenzó a ir a la escuela, lo llevó con él.
No se lo enseñó a nadie, era como un amigo.
Era divertido ir a la escuela.
Se sentaba en una mesa cuadrada y marrón
como todas las mesas cuadradas y marrones
y pensaba que deberían ser rojas.
Y su clase era una habitación cuadrada y marrón. Como todas las clases.
Y era pequeña y cerrada y fría.
Odiaba sujetar el lápiz o la tiza con el brazo rígido y los dos pies en el suelo.
Con el profesor controlando y controlando.
Y tenía que escribir números. Y no significaban nada.
Eran peores que las letras, ya que las letras pueden tener significado si las pones juntas.
Y los números eran estrechos y cuadrados, y todo era odioso.
Se acercó el profesor y le habló. Y le dijo
que tenía que llevar corbata como los otros niños.
Respondió que no le gustaba y el profesor dijo
que no le importaba.
Después dibujaron. Y dibujó todo amarillo
porque así era como se sentía esa mañana. Y era bonito.
El profesor se acercó y le sonrió: “¿Qué es esto?” preguntó.
“¿Por qué no haces un dibujo como el de Ken?
¿No te gusta?...” Todo eran preguntas.
Después de esto, su madre le compró una corbata.
Y ya siempre dibujó aviones y cohetes como los demás niños.
Y tiró el viejo cuadro.
Y cuando se tumbaba a mirar el cielo,
era grande y azul, pero él ya no fue el mismo, nunca más.
Su interior se volvió cuadrado y marrón,
y sus manos se hicieron rígidas, y era como todo el mundo.
Y ya nunca volvió a tener necesidad de expresar sus sentimientos.
Lo que tenía dentro había dejado de empujar.
Estaba aplastado. Frío. Como todo lo demás.
De Pike, Greig y Selby: Los derechos de la Tierra. Como si el planeta realmente importara.